
Fuente: http://www.wendylynn.com/gemma/
Si no te gustan los parques, date por jodid@. Porque te aseguro que, si eres padre o madre, acabarás (casi) todos los días en uno. Da igual que te hayas jurado a ti mism@ que nunca lo harías, que no pasarías las tardes sentado en la arena haciendo pastelitos con barro o correteando detrás de un pequeño ser que se aproxima peligrosamente al tobogán. Amig@ mí@, bienvenido a tu nuevo ecosistema.
En el parque nos encontramos con la convivencia, pacífica o no, de distintas especies. Por un lado están unos seres grandes, de pelo largo o corto, cargados con multitud de bolsas y paquetes que contienen objetos de lo más dispares. Se pueden encontrar sentados en un banco comiendo unas cosas pequeñas y negras, en la arena o correteando detrás de unos seres pequeños que no paran de moverse ni un segundo. Es más, en ocasiones tales seres diminutos salen disparados hacia un objetivo que desconocen los seres grandes y acaban de bruces contra el suelo, ocasionándoles gritos de pavor a unos e indiferencia a otros.
Como en la vida misma, en el parque también se originan conflictos, ¡y muchos! Ya sea por querer montar en los columpios o por apropiarse de los juguetes de otro ser pequeño, no es raro que los seres grandes tengan que intervenir para mediar en el conflicto. Claro que, a veces median para mal, y te dan ganas de decirles cuatro palabras. No conocen la ley que impera en el ecosistema parquil:
“Todo es de todos. Y si quieres recuperar tus juguetes, ¡ponles el nombre!”
Porque en el parque se producen curiosas metamorfosis. Hay seres grandes que se transforman en basiliscos cuando un ser pequeño arrebata el cubo y a la pala a su mini-yo o que se convierten en el egoísmo personalizado cuando hay otros seres pequeños esperando para montar en los columpios y no hay quien saque al suyo ni con agua caliente Afortunadamente se trata de comportamientos reducidos a la mínima expresión. Aunque, como las brujas, haberlas, haylas… 😉
De igual forma, las transformaciones se producen en los seres pequeños. Los hay muy tranquilos hasta que les tocan las narices y viene el mayor de los seres pequeños a quitarles su cubo y su pala. Entonces el ser pequeño tranquilo saca todo el genio que tiene dentro de ese cuerpecito y le endiña un rastrillazo al otro en la cabeza, que huye despavorido. Los seres grandes corren hacia el lugar de los hechos y tratan de mediar en el conflicto, a veces bien, a veces mal. Si es que, va a resultar que los seres grandes no son tan diferentes de los pequeños…
Pero los parques también tienen cosas buenas, no creáis. Muchas ocasiones son escenario de actitudes colaborativas. Es frecuente poder ver a dos o más seres pequeños llenando el cubo de arena para terminar cuanto antes, vaciarlo y comenzar otra vez. Debe ser algo extremadamente divertido, porque es increíble la cantidad de seres pequeños que son atraídos mediante este sencillo juego. Curiosa forma de hacer amigos. 😉
Claro que, este comportamiento gregario se da igualmente entre los seres grandes. Es curioso ver cómo un ser grande se aproxima a otro ser grande solitario y comienzan a hablar de cosas sin importancia, hasta que, con el paso de los días, empiezan a compartir sus preocupaciones en torno a la educación y el bienestar de los seres pequeños. Y entonces bajar al parque, lo que antes se trataba de una obligación un tanto aburrida, se convierte en un ratito de charla, de entretenimiento, de vida social.
No, si al final va a resultar que a nosotr@s nos gustan los parques más que a nuestros hijos.
Esto…, me voy al parque, que he quedado con las madres y padres de los amigos de Pegotito. 😉
¿Cómo vais vosotras con el tema parque? ¿Os gusta? ¿Habéis sido testigos de muchos conflictos?
A mí no me apasionaba mucho, pero este año hemos empezado a ir con asiduidad porque a los peques les gusta mucho y claro, me sabe mal, pero como aún son pequeños estamos como mucho una hora, ya tienen bastante, a veces ya me piden irse. Yo les vigilo bastante y si hay coflicto siempre medio, porque hay cada ser pequeño suelto que no veas y cada ser grande aún peor, y no me gusta que toreen a mis niños, qué te voy a decir jajaja
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Puff, sí. Hay cada especímen por ahí que tela…
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Aquí llega la “rarita” del grupo jajaja. A mi me encantan los parques! Pero es que además no lidio ni con otras mamás, ni con otros niños. ¡Ojalá! Tengo la suerte o la desgracia de vivir en un pueblo con media docena de niños en edad de ir al parque, y mi hijo debe ser el único que lo usa porque rara vez nos encontramos con otro niño y cuando sucede, somos máximo 2 mamás que además somos amigas del pueblo.En definitiva, a mi el parque no me da tema para post, salvo quizás uno que tengo hace tiempo en el tintero qu se llama “parques vacíos” jjejeje.
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Oye, pues a veces estar solos en el parque también mola. Pueden monopolizar el columpio o el tobogán y no pasa ná. Espero leer tu post sobre parques muy pronto. 😉
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Soy fan del parque (sin arena, por favor). Allí mis hijos no discuten x el mismo juguete ni desordenan la casa, alli cada uno tiene amigos de su edad… alli uno puede jugar al fútbol y el otro bajar el tobogán, allí reina la paz entre hermanos, q no entre niños, jaja…
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Yo con los parques de arena tengo una relación amor-odio. Pegotito se lo pasa en grande, pero nuestra casa parece un arenero. Por mucho que nos sacudamos todos los zapatos antes de entrar en casa y barramos cada dos por tres, la arena no desaparece.
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Jajaja. Uno de los primeros post que escribí en mi blog hace mil años estuvo dedicado precisamente a las tribus del parque:
https://mamaenelsigloxxi.wordpress.com/2014/04/25/las-tribus-del-parque/
Y repasándolo ahora me di cuenta de que me dejé un montón en el tintero!!! A mi la verdad el parque me encanta: la Enana se desfoga un rato y yo puedo hasta charlar con un adulto para variar. Al menos que llueva a cántaros no faltamos ni un día!!!
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Sí, es nuestra vida social por excelencia, ¡jaja! 🙂
Muy bueno tu post. Real como la vida misma.
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Puf, los parques, menudo mundillo.
Mi experiencia me dice que es en los toboganes donde se fraguan los mayores conflictos, ándate ojo! Unos quieren bajar, otros se empeñan en subir por el tobogán en lugar de por las escaleras, los mayores se cuelan… el drama está garantizado.
Ah, y la cosa que más odio son los parques con arena, porque mis hijos siempre se llevan la mitad a casa!
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No me hables de arena, que mi casa se ha convertido en un arenero, jeje. Hay arena hasta en nuestra cama.
Lo del tobogán es de traca, sí. Mi hija es de las que sube por la rampa. :S
Menos mal que al parque que solemos ir no acuden muchos niños, ¡jaja!
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Buf… El parque. Me estresa seguir al niño entre tantos niños y siempre de reojo vigilando el carro. Por eso, evito los grandes y prefiero zonas de juegos pequeñas aunque no tenga como socializar. 🙂
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Ya, te entiendo, sí. Cuando ya no lleves carro todo mejorará. Aunque tendrás que mirar de reojillo a los juguetes, que se dispersan por doquier. 😉
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Yo con los parques tengo una relación de amor-odio. Hay días y parques de los que disfruto un montón y otros me aburren muchísimo. Besicos
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Sí, cierto. Hay días que me digo a mí misma: “¿Pero qué hago aquí? ¡Que alguien me saque de aquí!” ¡Jajajaja!
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A mi no me gustan los parques, además los del pueblo son una caca, totalmente inseguros! Así que no suelo ir…ayyy menos mal!
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¡Ay! ¡No sabes lo que te pierdes! Hay una fauna increíble. Da para una tesis, jeje. 😉
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