Hoy no pudimos remolonear en la cama. Mi chico y yo tuvimos que salir pronto de casa para hacer papeleo (otro día os lo cuento), así que en cuanto mi pegoti despertó a eso de las 8:30 a.m. le dí su teti y enseguida llegó su abuelita para quedarse con ella.
Desde que soy mamá he reafirnado mi placer por estar en la cama, pero no durmiendo, sino remoloneando. 😉 Y sobre todo con mi hija. Soy una mami en paro desde hace unos meses, así que cada día cuando ella despierta la cojo de su cuna y la meto en nuestra cama. Ella se queda quietecita mientras, somnolienta, le acaricio la tripita y las piernas, mientras le hago cosquillas, mientras froto mi nariz contra su naricita diciéndole: “Besito de gnomo”, mientras la como a besos… Ella aprovecha para acariciar mi pelo, morderme el moflete y canturrearme al oído a su manera.
Los findes remoloneamos con compañía y así pegoti está bien flanqueada por nosotros dos, para que en cuanto comienza a revolucionarse y a agarrarse al cabecero para ponerse de pie y encender la luz, podamos controlarla bien. Cuando está a punto de fundir la bombilla decido subir la persiana, a lo que ella responde aplaudiendo. ¡Claro, ya es de día!, debe de pensar.
Sin duda se trata de momentos mágicos que hacen que merezca la pena despertar. 🙂
Y mañana…, a remolonear en la cama de nuevo. ¡Yeah!